sábado, 30 de mayo de 2009

Tres poemas porque sí

1

La merced de la luz no sólo es el prodigio

cuando amanece el mundo. Dádiva de retoño,

su caricia redonda es ingrediente

de aves y naranjas.


La luz va siempre en busca

de imagen que la nombre y a veces

toma sitio donde ya no la esperan. Vista

su claridad, desaparece. Por donde vino

va, vistiéndose de otoño

y anticipando al viento.


Aura de la tímida piedra, inclemente

también si de adioses se trata,

su cuerpo es linde, linfa,

azoro y alimento.


Así tu nombras flor:

la luz

la anémona imprevista.


2

La forma, la tibieza:

arena donde pisas.

Marzo, marzo.

desfilando el color y las formas,

ordenamiento de las cosas inocuas:

incluso el cuerpo, si los ojos vendados.



Allí volvemos, marzo, apretando los párpados,

invocando la hora, el nombre, la palabra.

y no ha cambiado nada. Permanece el deseo

aroma y floración.


No querríamos saber y volveríamos ciegos,

de todo renunciados;

con esa sencillez de la música inundando la tarde,

dispersándola.


La forma, la tibieza de las manos

para advertir el braille secreto en cada rostro,

la charla en el perfil silencioso, vibrando en su mutismo.


No querríamos saber

mas volveremos mudos,

sordos,

con sólo el cuerpo domesticando la palabra que indaga,

abatiendo los ojos que siempre buscan hacia fuera.


Sólo con boca y manos

tendiendo un puente hacia el orden

reunido. Sin otra exigencia que el abrazo sonámbulo;

en medio de la luz

pero cegados.



Al abandono del tacto, del aroma,

las cosas como son,

la forma, la tibieza.

Sólo entonces abriremos los ojos y escucharemos.

Cuando memoria y razón

y su palabra

se confundan, desaparezcan bajo tu claridad sonora,

marzo.




3


No sólo trabajar.

También vivir agota. Ver

cómo pasa el día,

uno y más días

idénticos al otro

al que vendrá mañana.


Sólo de ver

se desvanece el día

y uno espera la noche

como si fuera un dije

que lo cambiara todo

transformara el cansancio

febril de nuestros huesos

ese dolor

intenso que nunca tiene nombre

pero ahí permanece

hinchando nuestra manos

acentuando

el perfil de unos rasgos

que no se reconocen como propios.



Nudos

brotes,

raíz

y ligamentos

torcidos

por el paso del tiempo

se acrecientan de noche

y son bosque de venas

palpitando: el corazón del árbol

que remueve sus hojas

en busca de algún aire.



Aire es lo que no hay

y vuelve la mañana.

Vuelves a abrir los ojos.

lunes, 25 de mayo de 2009

Los pies del gato (poesía y sentido común)


No le busques tres pies al gato

sabiendo que tiene cuatro.


Siempre que me preguntan “¿qué es la poesía?” me quedo perpleja. Dependiendo del interlocutor asumo gestos o posturas convenientes, traigo a colación mi desmemoria habitual, acudo a los dioses infalibles del lirismo; si logro recordarlo, refiero a los clásicos, plagio (ahora que está de moda la palabra entre los poetas mexicanos) a diestra y siniestra; pero siempre me quedo con el alma en un hilo, sabiendo que, efectivamente, no sé.


Frente a una clase con jóvenes deseosos de entender “el chiste de la poesía”, que nada les dice a pesar de mis esfuerzos, padezco el aura anterior a la pregunta. Yo leo y les leo, intentando desterrar de mi voz la intensa languidez que aborrezco cuando me topo con las poetas "íntimas". Quisiera que por ósmosis la voz de la poesía los habitara. Me equivoco: no la voz, el cuerpo. Nada sucede y la pregunta se abre paso bajo el rumor audible de mi desconcierto.


La semana pasada la desesperación me llevó a devolver la pregunta: “Cuando miras al gato, le preguntas ¿qué eres? o miras su placidez fingida, su ráfaga de huellas, la canción que despliega cuando salta, te mira y él sí te reconoce”.


Admito la idiotez del símil. Los ojos turbados del muchacho se fijaron en mí y supe que mi gato se había ido a no sé qué tejado visible sólo para mi incompetencia.


La tarea del poeta es cosa más sencilla de explicar, añado, buscándole pretextos a la llana ignorancia: busca los tres pies al gato y de pronto lo encuentra, íntegro, verdadero: ese otro gato que repele el sentido común.