miércoles, 10 de diciembre de 2008

La poesía actual y algunas definiciones de poesía

Ayer me llegó un correo masivo donde se me invitaba a la Gran Final del Torneo de Poesía “Adversario en el cuadrilátero”, promovida por VersodestierrO. Sobre este tipo de espectáculos poéticos ya había hablado en un post anterior y abrí el correo para ver de qué se trataba. La invitación decía:
“La gran final ha llegado a su momento. Más de 50 poetas entraron a la primera fase; sólo 16 clasificaron. Luego sólo ocho: ahora se disputarán la Copa Poética, cuatro poetas que han sobrevivido a los enfrentamientos poeta versus poeta, demostrando que la poesía sí puede ser un deporte intelectual. Algunos momentos han quedado ya en la memoria como duelos imborrables por su calidad poética en este 2008. Los cuatro finalistas han ganado ya su lugar en la antología Adversario en el cuadriláterO 2007/2008, pero sólo tres conseguirán la copa. Los invitamos a que asistan a esta función poética, propuesta de la editorial y revista VersodestierrO.”

La página de la Copa Poética nos avisa: "Este torneo propone la poesía como un deporte intelectual. Su intención es lanzar el poema a todo público ávido de espíritu; provocar pasiones, sanas competencias, y sobretodo incitar al receptor a que exija más del poeta. 'La consolidación de la poesía está en el enfrentamiento con el mundo, es decir, con el público'. Con esta idea nace Adversario en el cuadriláterO: poeta versus poeta enfrentándose con su poesía. Comentaristas en vivo, música, jurado, todo en el preciso momento alrededor de un ring: un espectáculo cultural digno de cualquier deporte."

La idea de que la poesía “sí puede ser un deporte intelectual” me hizo pensar en otras definiciones de poesía. Aquí cito unas cuantas. Algunas me gustan, otras, no; pero a veces es bueno recordarlas.

“La poesía es lo real absoluto”: Novalis.

“La poesía es una espada de luz siempre desnuda, que consume la vaina que intenta contenerla”: Shelley.

“La poesía es magia: nacida en pecado”: W. H. Auden.

“La poesía es un método de análisis, un instrumento de investigación”: Jorge Cuesta.

"La poesía no es, como se ha dicho, la realidad absoluta, pero se le acerca, la añora fuertemente, tiene una profunda percepción de la realidad, en el punto extremo en que lo real parece asumir la forma del poema... la poesía es una forma de vida, una forma integral de vida, el poeta existió entre el hombre de las cavernas, y existirá entre los hombres de la era atómica, porque el poeta es una parte inherente del hombre": Saint John Perse.

"La poesía es revelación, es vida en esencia, es el universo que se pone en pie (...). Si la verdadera poesía contiene siempre en su esencia un sentido de rebelión, es porque ella es protesta contra los límites impuestos al hombre por el hombre mismo, y por la naturaleza. La poesía es la desesperación de nuestras limitaciones”: Vicente Huidobro.

"La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo... El poema es un caracol en donde resuena la música del mundo y metros y rimas no son sino correspondencias, ecos, de la armonía universal": Octavio Paz.

También me acordé de Rimbaud: “Digo que hay que ser vidente, hacerse vidente. El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos.”



Y, por qué no, de este poema de Gonzalo Rojas, que hay que leer con alguna frecuencia:

No tenemos talento, es que
no tenemos talento, lo que nos pasa
es que no tenemos talento, a lo sumo
oímos voces, eso es lo que oímos: un
centelleo, un parpadeo, y ahí mismo voces. Teresa
oyó voces, el loco
que vi ayer en el Metro oyó voces.
¿Cuál Metro si aquí no hay Metro? Nunca
hubo aquí Metro, lo que hubo
fueron al galope caballos
si es que eso, si es que en este cuarto
de tres por tres hubo alguna vez caballos
en el espejo.

Pero somos precoces, eso sí que somos, muy
precoces, más
que Rimbaud a nuestra edad; ¿más?,
¿todavía más que ese hijo de madre que
lo perdió todo en la apuesta? Viniera y
nos viera así todos sucios, estallados
en nuestro átomo mísero, viejos
de inmundicia y gloria. Un
puntapié nos diera en el hocico.

El final del correo sobre “Adversarios en el cuadrilátero” apunta otra definición: “La poesía no es una P en la frente”.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Premios desiertos y el "ninguneo"

Porque las novelas eran buenas “hasta la mitad”, y no representaban una propuesta literaria, declararon desierto el IV Premio Tusquets de novela. Los participantes deben estar molestos pero a mí me parece una medida saludable que honra al jurado y elimina la nube de sospecha alrededor de los grandes premios de narrativa que, según dicen, están asignados —previa intervención de agentes literarios y componendas amistosas— con anticipación. Jorge Edwards, Elmer Mendoza, Juan Marsé, Almudena Grandes y Beatriz de Moura no se entusiasmaron con las obras que leyeron y no creo que, como ocurre a veces en México, sean acusados de soberbios o de “ningunear” a los participantes, palabras que mereció el jurado del Premio de Poesía Aguascalientes 2008 por un fallo similar.

Lo cierto es que hay muchas formas del ninguneo o, tal vez, esta palabra es sólo una forma del resentimiento bilioso. Uno de los recuerdos más claros de mi infancia tiene sitio en la casa de mi abuela paterna donde pasaba algunas vacaciones decembrinas. Era una casa de pueblo edificada, sin embargo, en la ciudad de México: patio interior, construcción en L, una pequeña fuente, higueras, ciruelos, rosales y un letrero discreto pero visible que, adosado a la reja de entrada, permitía a los visitantes leer: “Esta casa es un hogar católico. No se admite propaganda protestante ni de otras sectas”.


La página de Tusquets que informa sobre la manera de presentar originales se parece a la casa de mi abuela. Al final de las recomendaciones se advierte al visitante que “la editorial no acepta el envío de poemarios, obras teatrales, y antologías de aforismos no solicitados, por lo que declina mantener correspondencia sobre el particular.”


martes, 2 de diciembre de 2008

Crítica y garabatos: en compañía de Martín Solares

Sentados frente a la mesa de un restaurante en la ciudad de Guadalajara, Sergio Pitol, Joaquín Diez Canedo, Martín Solares, Rodolfo Mendoza y yo aguardábamos el momento en que debíamos presentar la hermosa colección editada por Rodolfo para la Universidad Veracruzana, "Sergio Pitol, traductor", en el marco de la FIL. De pronto, el autor de Los minutos negros (recientemente señalado por Junot Díaz como el mejor libro del año, según leo en el blog de David Medina Portillo), nos mostró una pequeña libreta que, a la distancia, me pareció una colección de garabatos. En efecto, su cuaderno de apuntes eran dibujos. Dibujos de novelas. Rayas, círculos, extrañas coordenadas: ríos y pasadizos. No esquemas sino, al contrario, mapas de la memoria, la imaginación y, por qué no, de la crítica que no se contenta con dibujar tan sólo el cuadro.

Siempre he creído que la diferencia entre la crítica académica y la literaria es justamente la certeza de que, para esta última, existe un orbe de palabras que se salta la tranca de las marialuisas; que la estirpe analógica del lenguaje (y perdón por los terminajos) nos impide o nos debería impedir (como un imposible precepto de moral estética) la adopción del anaquel como método crítico. Ante al cuadrito profesoral, mejor el entusiasmo del garabato, la libertad de la línea, la disposición del lector para defender aquello que el cubículo señala con dedo flamígero como “crítica impresionista”.

A eso nos dedicamos aquel mediodía: al entusiasmo del lápiz, de la imaginación crítica. Pero nosotros estábamos sin libreta y sólo Martín se llevó, en la suya, la “impresión” de Sergio sobre su propia obra, El viaje.