sábado, 25 de septiembre de 2010

Una revista es... I


Una revista...

  • Hay tres poderes en Francia: la banca judía, el partido comunista y la NRF. ¡Comencemos por la NRF! (Frase atribuida a Otto Abetz, embajador de Hitler en París)
  • Una de las instituciones centrales de la vida intelectual. (Lewis Coser. Hombres de ideas)
  • Examen es una revista que sólo circula entre un reducido grupo de personas inteligentes. (Jorge Cuesta, “La política de la moral”. Examen 3)
  • Enseña las cubiertas, que vienen a ser las alas de ese efímero y frágil díptero: la revista. Eugenio D’Ors
  • Una revista, querido lector, no es en el fondo más que una conversación. Enrique Krauze, Letras Libres 1
  • La revista debiera diferenciarse del libro como lo público de lo privado. El libro es la obra hecha cosa, orgánica e impersonal. Pero la vida intelectual actúa también en formas previas, preparatorias, confidenciales –se compone también de juicios tiernos, de sospechas, de curiosidades, de insinuaciones, fauna exquisita y delicada que no puede vivir aún en perfecta separación de su autor, que sólo alienta en un clima de confesión, de intimidad. (José Ortega y Gasset “Sobre un periódico de las letras”. La Gaceta Literaria, 1)
  • Algo menos que una religión y algo más que una secta. (Octavio Paz sobre Sur, en “Victoria Ocampo.” Vuelta 30)
  • Las revistas literarias no sólo expresan rupturas entre las generaciones sino que también son puentes entre ellas. (Octavio Paz, “Quinta Vuelta”, Vuelta 60)
  • Las revistas, esas nebulosas, cargadas y finas, que llenan los intersticios entre los libros son, claro, materia transitoria, son laboratorio y producto terminado al tiempo. Alfonso Reyes
  • Es una pequeña barca (Alejandro Rossi, citado por E. Krauze, “Una larga travesía”, Vuelta, 242)
  • La mala sangre que me habré hecho en Sur. Victoria Ocampo “Una carta de Victoria Ocampo” Vuelta, 169)
  • Una revista es intransferible. Si una revista sobrevive a sus au­tores, ha sido plagiada por la institucio­nalidad. (Guillermo Sheridan)
  • La buena revista es un enterrador pero también una pitonisa (Guillermo Sheridan, “Taller”, Le Discours culturel dans les revues latino-américaines de l'entre deux-guerres, 1919-1939).
  • Las revistas brotan, en cierto momento, tan inevitablemente como los barros en la cara. (Rafael Solana, Las nuevas revistas literarias de México)

Principios y propósitos (Lo que son, lo que fueron, lo que deseaban ser)

  • Alcaraván es de vosotros, está escrito para vosotros, y acogerá en su seno lo mejor de cada uno, sin distinción de ocupaciones ni diferencias sociales, porque para llegar hasta él sólo se exige un manojo de versos como carta de presentación”. (Presentación de Alcaraván, 1)
  • Llamaremos a nuestras filas a los amantes de las bellas letras de todas las comuniones políticas, y aceptaremos su auxilio con agradecimiento y con cariño. Muy felices seríamos si lográsemos por este medio apagar completamente los rencores que dividen todavía por desgracia a los hijos de la madre común” (Ignacio Manuel Altamirano, El Renacimiento 1)
  • [Vuelta] no ha sido nunca una revista que pretenda publicar a todos los escritores; ni siquiera a todos los buenos escritores. No ha sido una antología ni un inventario ni un catálogo. Es, decía al principio, una casa, un lugar de reunión, una red de relaciones amistosas, afectivas, intelectuales. (Aurelio Asiain, “Brindis.” Vuelta 242)
  • Aspiramos a renovarnos, a realizar una nueva aventura más periodística [...] ofreceremos reportajes y entrevistas; los ensayos de los escritores más reputados en México, en América Latina y en Europa [...] que recojan las preocupaciones, las ideas de nuestro tiempo, la lucha eterna que libran pensadores, artistas y científicos tratando de dar forma a un mundo más racional, más libre, menos injusto y angustiado (Fernando Benitez, La Cultura en México, 1).
  • Las historias de la literatura argentina propenden a la acumulación de nombres propios y de fechas prolijas […] Alguien, en un porvenir no lejano, tendrá el valor de reducir esta historia a sus grandes líneas y entonces resultará evidente la compleja y benéfica labor que Sur ha ejecutado en América. Éticamente, ha defendido la causa de la democracia contra las dictaduras; intelectualmente ha mantenido viva esa curiosidad universal que, según declaré, es acaso el rasgo mejor de los argentinos. (Jorge Luis Borges, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura).
  • Somos herederos de una tradición intelectual que por más de dos decenios encarnó en la revista Vuelta de Octavio Paz. Creemos en la calidad literaria y la claridad intelectual, en la libertad política y la democracia. (Enrique Krauze, Letras Libres 1)
  • La raíz de Verbum, de Espuela de Plata, de Nadie Parecía, de Orígenes fue la amistad, el trato frecuente, la conversación, el paseo inteligente. Estábamos muy al lado de los pintores […] y de los músicos. Esta amistad estaba por encima de hacer o no hacer revistas, porque las revistas fueron desapareciendo y la amistad ha subsistido. Claro que este tipo de amistad intelectual es extremadamente complicada, sutil, laberíntica, hecha de avances y retrocesos como la lucha de siempre entre el toro y la sutileza del cordel mediterráneo”. José Lezama Lima (Recopilación de textos sobre Lezama Lima, Pedro Simón (ed.). La Habana: Casa de las Américas, 1970, p. 14-15).
  • Los escritores agrupados en torno a Libre se proponen defender las aspiraciones liberadoras de la época en que vivimos, y en su búsqueda de la más alta libertad intelectual y estética modelada por el ideal revolucionario, someter iglesias y sistemas a una crítica necesaria y purificadora (Presentación de Libre, 1).
  • Nexos quiere ser lo que su nombre anuncia: lugar de cruces y vinculaciones; punto de enlace para experiencias y disciplinas […] (Presentación de Nexos, 1)
  • Waldo, en un sentido exacto, esta revista es su revista y la de todos los que me rodean y me rodearán en lo venidero. De los que han venido a América, de los que piensan en América y de los que son de América. De los que tienen la voluntad de comprendernos, y que nos ayudan tanto a comprendernos a nosotros mismos. Las cualidades de su América, Waldo, son secretas como las cualidades de la mía. Lo que su América grita con voz estridente no es tal vez exactamente lo que grita la mía, pero nuestro odio va hacia ello por las mismas causas. (Victoria Ocampo. “Carta a Waldo Frank”, Sur, 1).
  • Savia nueva y crepitante nos da derecho a vivir. Ideales sinceros e intensos, nos dan derecho al Arte. He aquí explicado por qué somos y a qué venimos. (“En el umbral”. Editorial de presentación de Savia Moderna 1).
  • “Servir al pensamiento de México, exaltarlo y enaltecerlo, obliga a superar partidarismos, a desentenderse de capillas ideológicas y a saltar sobre las intolerancias. [...] El culto a la Patria no es exclusivo de esta o de aquella capilla. En la derecha tradicionalista, en el centro que aspira al equilibrio moderado, en la izquierda impaciente y apasionada, vive y alienta el pensamiento mexicano” (Siempre! 1).

domingo, 19 de septiembre de 2010

"No hay escritor sin crítico" (Razones para estudiar el doctorado)

¿Pero no es más bonito cobrar por acreditarse como Gran Acreditador, aprovechando el viaje de remolque en libros ajenos?
Gabriel Zaid.



Durante más de dos años llevé frente a mis ojos la zanahoria que tenía escrito el nombre de la plaza universitaria prometida a mi marido. La culpa no me dejaba vivir. Pero gracias a la ilusión del tubérculo puse en práctica toda clase de actividades, ajenas a mi voluntad, que implicaban tiempo y sobre todo la molestia que supone reconocer, a la vista del resultado, que nos habían visto la cara. Para contribuir a que se hiciera efectiva la dichosa “plaza”, redacté gratuitamente dictámenes de enormes y aburridas disquisiciones pseudoestéticas, pseudoliterarias, pero bien académicas, que ni en sueños habría leído si otras fueran mis circunstancias; asistí a una veintena de reuniones inútiles, exponiendo ardorosamente argumentos que nadie comprendía, hasta que entendí esa otra forma de coexistencia en el campus: hacerse presente en juntas interminables para hablar de problemas irresolubles una vez por semana e imaginar que en ellas se está arreglando el futuro de una patria que se constriñe, naturalmente, al limitado espacio de los muros universitarios.

También trabajé en un sin fin de proyectos, absurdos y de imposible realización; pero no comprendí mi error sino hasta revisé algunos documentos donde se reseñaba (en el inconfundible lenguaje que sin discriminación utiliza dos palabras —paradigmático y emblemático— para calificar cualquier baba de perico) que: “con este homenaje, nuestra máxima casa de estudios ha querido contribuir a los festejos que honran esta publicación emblemática y, al mismo tiempo, incidir en el fortalecimiento y actualización académicas necesarios para...” No me importó el adjetivo aplicado a la publicación porque gracias a mi paso por la academia ahora sé que todo es un emblema. En consecuencia, el homenaje era no sólo necesario sino forzoso. Lo que acabó con el resto de mi paciencia fueron los índices considerados para acreditarse como un académico respetable que desea contribuir al engrandecimiento del claustro.

Le hablé a mi padre no sin cierto resquemor. El pobre estaba harto de mis continuos reparos en los que veía, estoy segura, el velado reproche de la plaza que nunca había conseguido para mi marido a pesar, me consta, de todos sus esfuerzos y de mi trabajo inútil en la oficina universitaria que le habría dado cabida como Jefe del departamento editorial. Sí, allí habría trabajado, me dijeron, si no fuera porque el sindicato había impugnado la plaza y porque el futuro jefe no ostentaba otro título que el de haber trabajado en la revista que algunos podrían llamar “paradigmática del México finisecular”, lo que, ahora vengo a descubrir, es una mancha más grave aún que la hoja de antecedentes penales.

Le hablé pues a mi padre para consultar con él mis inquietudes. El teléfono estaba “descolgado o en reparación”.

Es ridículo, lo pienso ahora, que este incidente menor me haya trastornado. Pero después de ese momento perdí toda compostura y en mis anotaciones al margen de un documento “prospectivo” conseguí exponer en dos párrafos lo que con tanto esfuerzo había ocultado durante dos años y me sentencié a muerte institucional. En resumen, exponía la molestia de los escritores y de todos aquellos que eran relegados por no haber obtenido el áureo papel que acreditaba la obtención de un doctorado, documento necesario para acceder al Sistema Nacional de Investigadores, fundación mexicana de beneficencia que apoya de por vida la tala de árboles y la acumulación de citas. Como era previsible, mi alegato fue sólo una pataleta ridícula pero lo que indignó a mis colegas fueron dos de mis apuntes: “¿No es irónico —preguntaba— que se tache de ‘improductivos’ a los escritores cuya obra (y no me refiero a la mía, naturalmente) sirve para que los académicos la estudien y logren así ingresar al SNI?” y “¿han pensado qué pasaría si los escritores dejaran de escribir? ¡No tendríamos trabajo!” Con bastante torpeza intentaba, gracias al plural, aliarme a los académicos, que no se chupaban el dedo y cuya respuesta me dejó sin habla: “No hay escritor sin crítico”.

La galería de retratos de los grandes escritores viajó por mi cabeza y di por terminada la polémica inútil, ofreciendo mustias disculpas por mi desafortunada intervención. Entonces me inscribí al doctorado.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Todos somos amigos de los muertos



Anoche tuve un insomnio atroz. La perspectiva de cumplir esta noche 200 años de ser mexicana cayó sobre mi cuerpo como un baúl de huesos. Pensé en los héroes, en las nuevas madres de la patria que quieren desbancar de su sitio en el zócalo a Doña Josefa; en todas las novelas que, apuradas en las prensas, ahora sí, van a mostrarnos a esos personajes de “carne y hueso”.

Como ayer asistí a una conferencia donde un joven y exitoso narrador latinoamericano expuso su canon, pensé también en los héroes literarios. Entre muchas otras cosas, el narrador de marras admitió que los escritores (los narradores, pues, porque los poetas no existen más que como personajes, digo yo) hoy están divididos en “castas”. Como en la Colonia, pensé. Aunque un escritor esté publicado en Anagrama o en Planeta o en Tusquts, eso no significa nada, porque sus libros pueden ser distribuidos solamente en su pueblo, en dos o tres ciudades más allá de su país y muy pocos, sólo muy pocos, alcanzan la gloria global. O sea que, como decía mi padre, “todavía hay clases sociales” o, según el sapo es la pedrada.

Mientras intentaba dormir, en vez de contar borreguitos, intenté recordar los nombres de las calles que en la ciudad donde vivo honran a sus próceres literarios. Todo aquí es glorioso de modo que hay avenidas que se llaman “Maestros Veracruzanos”, “Circuito Presidentes”, “Xalapeños Ilustres”, pero hay una calle que tiene un nombre que, desde que llegué a vivir acá, llamó mi atención. Se llama “Poeta Jesús Díaz”. Mi ignorancia es muy amplia y no sabía quién había sido Jesús Díaz, pero me alegró saber que el municipio reconocía y honraba su "profesión".


Todas las ciudades tienen esos héroes literarios. Todos los países tienen su Panteón. Nosotros, los “de a pie”, contamos también con heráldica bicentenaria. Ya porque aseguremos que nuestro linaje se remonta al tiempo glorioso de la independencia o porque, más acá, un tío bisabuelo luchó codo a codo con Zapata.

Pero también fuimos amigos de los muertos ilustres. Como no pueden venir a desmentirnos, su renombre es también nuestro. No es forzoso celebrar algún aniversario. La única condición es que el aludido esté muerto. “Aquella noche que Georgie nos contaba…”; “cuando veíamos los Simpson, Octavio se reía como loco”; "Pasamos horas buscando unos zapatos que le quedaran a Julio”. Ni Borges, ni Paz y tampoco Cortázar pueden venir a refutarnos. Pero hay muertos que aún hacen ruido, de modo que es necesario saber en dónde y con quién soltar la historia de nuestras presuntas amistades. El “charolazo” puede resultar fatal. Dependiendo del sitio, hoy lo adecuado es decir: “Quise mucho a Bolaño, era un ser entrañable” o “Los gatos de Monsi eran divinos pero se le subían a uno hasta el pescuezo”.


Usufructuar el nombre de algún muerto es moneda corriente desde hace doscientos años. ¡Viva México!