lunes, 25 de mayo de 2009

Los pies del gato (poesía y sentido común)


No le busques tres pies al gato

sabiendo que tiene cuatro.


Siempre que me preguntan “¿qué es la poesía?” me quedo perpleja. Dependiendo del interlocutor asumo gestos o posturas convenientes, traigo a colación mi desmemoria habitual, acudo a los dioses infalibles del lirismo; si logro recordarlo, refiero a los clásicos, plagio (ahora que está de moda la palabra entre los poetas mexicanos) a diestra y siniestra; pero siempre me quedo con el alma en un hilo, sabiendo que, efectivamente, no sé.


Frente a una clase con jóvenes deseosos de entender “el chiste de la poesía”, que nada les dice a pesar de mis esfuerzos, padezco el aura anterior a la pregunta. Yo leo y les leo, intentando desterrar de mi voz la intensa languidez que aborrezco cuando me topo con las poetas "íntimas". Quisiera que por ósmosis la voz de la poesía los habitara. Me equivoco: no la voz, el cuerpo. Nada sucede y la pregunta se abre paso bajo el rumor audible de mi desconcierto.


La semana pasada la desesperación me llevó a devolver la pregunta: “Cuando miras al gato, le preguntas ¿qué eres? o miras su placidez fingida, su ráfaga de huellas, la canción que despliega cuando salta, te mira y él sí te reconoce”.


Admito la idiotez del símil. Los ojos turbados del muchacho se fijaron en mí y supe que mi gato se había ido a no sé qué tejado visible sólo para mi incompetencia.


La tarea del poeta es cosa más sencilla de explicar, añado, buscándole pretextos a la llana ignorancia: busca los tres pies al gato y de pronto lo encuentra, íntegro, verdadero: ese otro gato que repele el sentido común.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un verdadero placer llegar a este blog de una gran escritora.

Saludos.

Selva Hernández dijo...

Ahora entiendo.