Este 10 de mayo pasado, como todos desde hace casi una década, amanecí pensando en Nacho Helguera. Había decidido escribirle algo, decirle que extrañaba su largo fleco caído, la forma en que bailaba un "mambo desordenado", su humor corrosivo o tantas otras cosas que no pude decirle en la breve estampa que le escribí hace algunos años, cuando el forzado encierro a que nos obligó el virus H1N1 desencadenó esa historia que, estoy segura, no fue obra del azar.
Entonces no había leído los textos del hermoso libro que sus amigos amorosamente recogieron y editaron. De cómo no fui el hombre de la década y otras decepciones (Tumbona Ediciones, 2010) me devolvió la estampa más viva de mi amigo y entre risas y lágrimas recordé aquella mudanza terrible, de cuyas consecuencias nos exime generosamente a David y a mí, cuando buscamos un sitio donde pudiera vivir de forma temporal.
Este 10 de mayo pensaba recordar el poema que tanto me gustó y que abrió las páginas del número 2 de Paréntesis. Busqué inútilmente la portada de la revista en Internet, y al fracasar decidí tomar una fotografía de su "Globo", pero mis capacidades fotográficas son nulas, como puede advertirse, y así pasó el día y no lo hice.
GLOBO
Luis Ignacio Helguera
Alta nos queda la felicidad
fin último del hombre según Aristóteles.
Alta nos queda
rara vez la alcanzamos
pero a veces
en forma burlona de globo
desciende sobre nuestras pobres cabezas
y sentimos su suavidad
electrizarnos el pelo
y asimos su hilo
y acariciamos su liviandad oval
y paseamos por el parque del mundo
con nuestro globo
y reímos como idiotas
ebrios de felicidad
hasta que nos parece ordinario, aburrido, soso
pasear como idiotas con un globo por el mundo
y la mano pierde el hilo
y el globo vuela angustiosamente
como hacia un precipicio
hacia el infinito.
Anoche, mientras veía la televisión, la barra de noticias deportivas me hizo un guiño. Después de una década, el equipo León -el favorito de Nacho- volvió a la primera división, después de golear 5-0 a su oponente.
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